Desde hace mucho tiempo el mar siempre ha estado relacionado con la tranquilidad y el bienestar. De hecho, el poder curativo del mar viene desde civilizaciones muy antiguas, como pueden sor los griegos de la Antigua Grecia. Pero, los recientes estudios de los últimos años han confirmado que el mar tiene múltiples beneficios para la salud de las personas, tanto para el cuerpo como para nuestra mente.
Los 13 beneficios que nos aporta el mar
- Activa los cinco sentidos. Su sonido, suave y rítmico, favorece nuestra audición, facilitando que aumente nuestra sensación auditiva. El color azul, su olor, la sal que contiene y su textura, activa el resto de los sentidos (vista, olfato, gusto, tacto). Esto es lo que nos ayuda a entrar en estado meditativo, de paz y tranquilidad, ya que tenemos los cinco sentidos atrapados y concentrados en un solo elemento.
- Cuando estamos tranquilos y en paz, entramos de manera fácil en estado meditativo, de meditación. Meditar delante del mar es beneficioso no solo para nuestro cerebro, sino también para nuestro cuerpo.
- Facilita nuestra concentración y reduce el estrés.
- Limpia los pulmones y mejora su funcionamiento. La brisa marina es rica en sales minerales y nos ayuda a respirar y reduce, por ejemplo, los síntomas del asma y de otras enfermedades respiratorias.
- Piel más suave, protegida y firme. El agua del mar ayuda a restaurar la barrera natural de la piel, de tal manera que la mantiene hidratada durante más tiempo.
- Relaja el cerebro y facilita su concentración. Gracias al color azul (relacionado con la tranquilidad y la calma) y al hecho de que el aire del mar es rico en iones negativos (unas partículas cargadas enérgicamente que nos ayudan a relajarnos y favorecen la producción de serotonina). También nos ayuda a ser más creativos.
- Estabiliza la tensión arterial. Las personas que viven en lugares que se encuentran en el mismo nivel que el mar tienen un mejor control sobre su frecuencia cardíaca. Esto se debe al hecho que estos lugares tienen una presión atmosférica más elevada, por lo tanto, la cantidad de oxígeno del aire también es superior.
- Entrena el corazón. El agua del mar es muy recomendable para mejorar la circulación sanguínea del cuerpo. Su temperatura fría activa nuestro corazón y mejora todo el sistema circulatorio en general.
- Fortalece las articulaciones y los huesos. El simple hecho de meterse dentro del agua ya provoca efectos positivos a nuestro cuerpo. El hecho de tener que mantener el equilibrio, por ejemplo, ayuda a fortalecer los músculos y las articulaciones.
- El yodo que se encuentra en la brisa marina es un bactericida natural que ayuda a eliminar las infecciones, sobre todo aquellas relacionadas con el sistema respiratorio y ocular. Por lo tanto, podríamos decir que vivir cerca del mar es bueno para fortalecer nuestro sistema inmunitario.
- Previene la retención de líquidos. Tener una mejor circulación sanguínea está muy relacionado con el mar.
- Ayuda a cicatrizar la piel. Las sales presentes en el mar favorecen la cicatrización de las heridas superficiales. También va muy bien para tratar el acné y otros problemas cutáneos.
El mar reduce el estrés y nos da calma
El mar es una cura para el estrés. El solo hecho se sentarse en la arena, escuchar y observar el vaivén de las olas calma la mente, pero si decides nadar también encontrarás tranquilidad.
- El magnesio, por ejemplo, ayuda a reducir el estrés y la ansiedad.
- El ritmo de las respiraciones y de olas al nadar estimulan el sistema nervioso parasimpático, detonando la actividad de hormonas del bienestar.
- La ingravidez del cuerpo puede modificar o ralentizar la actividad cerebral, lo que se traduce en calma a la mente.
- Contiene antioxidantes que hacen más lento el envejecimiento celular.
El mar como medicina
Además de lo emocional, existen registros del mar prescrito como terapia contra padecimientos físicos de todo tipo.
Por ejemplo, en el siglo XVIII en Gran Bretaña, el popular médico Richard Russell argumentaba a los profesionales de la salud que el agua del mar podría ser usada para tratar “enfermedades de las glándulas”, incluyendo escorbuto, ictericia, lepra y fiebre glandular. Los médicos de la época tenían descripciones detalladas de qué tan seguido, por cuánto tiempo y en qué condiciones debían los pacientes bañarse en el agua del mar para tratar malestares específicos.
Este tipo de historias son comunes al menos desde la Grecia antigua cuando Hipócrates, considerado el padre de la medicina, recomendaba tratamientos con agua marina para enfermedades como prurito, heridas, hinchazones y para facilitar cicatrizaciones. Casi 2,500 años después, seguimos encontrando soluciones de “agua marina” en las farmacias para aliviar la sinusitis y otros malestares de las vías respiratorias.
Además de los minerales, el mar es rico en microplantas y microorganismos que son parte de la alimentación de pescados y mariscos, y que se traducen para nosotros en nutrientes tan valiosos como los aceites Omega 3.
¿Por qué mirar el mar nos hace sentir bien?
El mar y la navegación pueden simbolizar el curso de la vida, sus afanes y zozobras. Desde el nacimiento, con la salida del claustro materno –puerto a resguardo–, cada uno de nosotros es semejante a una pequeña nave en el océano de la existencia.
Aprendemos a navegar, a encontrar buenos fondeaderos donde reposar o «islas afortunadas». El viento de nuestras pasiones impulsa las velas; la mirada, ayudada por el sextante de la inteligencia, calcula posiciones; y la brújula del corazón nos permite orientarnos.
En medio de ese oleaje samsárico, como diría el budismo, la luz del sol durante el día y de las estrellas por la noche nos ayudan a avanzar por ese desierto de agua. Sorteando obstáculos, escollos y arrecifes, también puede haber naufragios.
Por eso la historia de Ulises, cantada por Homero en la Odisea, es también la nuestra: un periplo lleno de peligros en la forma de dioses, gigantes y cantos de sirenas que quieren impedir nuestra vuelta a casa, a la Itaca que simboliza nuestro ser esencial, un lugar de paz en tierra firme.
La profundidad del mar representa igualmente lo subconsciente o abisal, lo que no está iluminado por la luz de la conciencia. Son lugares de inquietud, con posibles presencias fantasmales o inesperados monstruos.
Por la misma razón que provoca temor navegar de noche por el mar, cuando las aguas son oscuras o están tenuemente iluminadas por los plateados rayos de la luna. Pero las profundidades albergan igualmente escondidos tesoros.
¿Qué hacen los océanos por ti (y por el planeta)?
Nos dan el aire que respiramos
El 70% del oxígeno que respiras proviene de los océanos. Contrario a lo que se cree, el mar –y no las selvas tropicales que sólo producen el 28%– es el mayor productor de oxígeno.
Sin embargo esto no ocurre en el mar, sino gracias a una de las formas de vida marina: el fitoplancton, un conjunto de microorganismos autótrofos, es decir que producen sus propios nutrientes. De esta forma, el fitoplancton absorbe el dióxido de carbono y con ayuda de la luz del sol lo convierte en oxígeno mediante la fotosíntesis.
Se estima que cada año, estos microorganismos marinos liberan en la atmósfera más de 270,000 millones de toneladas de oxígeno.
Regulan la temperatura del planeta
Durante el día, los mares absorben la luz solar y retienen la energía, manteniendo un clima fresco, y lo liberan gradualmente por las noches manteniendo el equilibrio de la temperatura. Y si tomamos en cuenta que el 71% de la superficie del planeta está cubierta por océanos, es fácil dimensionar su impacto global.
Gracias –de nuevo– al fitoplancton, los océanos absorben las emisiones de dióxido de carbono originados por las actividades humanas. Además de aprovecharlo para la fotosíntesis, y liberar oxígeno durante el proceso, estos microorganismos capturan el gas restante y cuando mueren se va con ellos a las profundidades del océano.
De acuerdo con el Centro Internacional de Ciencias Climáticas y Ambientales de China, en los últimos 25 años los océanos absorbieron el calor equivalente al generado por 3,600 millones de bombas atómicas como la arrojada sobre Hiroshima.
Nos dan alimento y nutrientes
Su alto contenido de proteínas y baja aportación de calorías, junto con el resto de sus nutrientes, muchos de ellos exclusivos de los productos marinos, hacen del pescado uno de los alimentos más saludables.
Sin embargo, no solo la calidad es importante. Los mares son una abundante fuente de alimento. Cada año se producen alrededor de 59 millones de toneladas de pescados y mariscos, lo que representa el 17% de la proteína animal que consumen los humanos.
Esta cifra podría aumentar drásticamente durante las siguientes décadas. De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación –FAO por sus siglas en inglés–, se estima que los océanos produzcan entre 80 y 103 millones de toneladas de proteína de origen animal de forma sostenible.
Mantienen climas y hábitats
Los mares y océanos conforman el 71% de la superficie terrestre, y aunque representa el 97% del agua en todo el planeta no es apta para consumo humano debido a su salinidad.
Sin embargo, gracias a la energía solar, cada día se evapora un billón de toneladas de agua del mar que permanecen en la atmósfera y se condensan para, eventualmente, regresar a la superficie del planeta como lluvia.
Si bien esto no aumenta el nivel de agua en la Tierra, gracias a las precipitaciones se completa su ciclo y reabastecen las reservas del líquido, regula la temperatura global y mantiene el equilibrio de los ecosistemas y hábitats alrededor del mundo.