Miro a mi alrededor y veo personas sin sueños, sin esperanzas, estancadas en situaciones que no les hacen felices, que les agotan… Personas que se han rendido, que se reconocen en lo que son, pero no en lo pueden llegar a ser porque ni siquiera han pensado en esa posibilidad o la han proyectado en otros.
Son personas sin entusiasmo, sin proyectos y sin la valentía para reconocer que aun tienen poder para definir su futuro. Se definen por sus estudios, por su trabajo, su estado civil o su condición personal pero no por sus talentos ni valores. Hablan de lo que consiguieron pero no de los proyectos que tienen en marcha. Han abandonado todo lo que un día las hizo soñar por una vida convencional en la que en cada momento se hace lo que “toca”.
¿Por qué hay tantas personas que dejan que la vida tome el timón por ellas, justificándose en el mismo pensamiento al que se han resignado: que ya está todo establecido o escrito? ¿Cómo es que abandonan sus sueños y la esperanza de pensar qué podrían llegar a ser si hicieran un esfuerzo por cambiar y mirar más allá del horizonte? Profundicemos.
“¿Por qué creemos que vivimos nuestras vidas, cuando son nuestras vidas las que nos viven a nosotros?”
-Matilde Asensi, en El último Catón (2001) y El regreso del Catón (2015)-
Queda mucho camino por andar
El momento actual es el que es, no podemos deshacernos de él. La situación en la que nos encontramos es el resultado de nuestras decisiones y experiencias; en definitiva, de diferentes coyunturas. Tal vez no es lo que esperábamos, lo que creíamos que nos merecíamos o lo que pensábamos que debería ser, pero ahí estamos.
El presente puede ser nuestro mejor amigo o el más afilado de nuestros enemigos, las cadenas que nos atrapan o el trampolín que nos impulsa a saltar hacia delante para conseguir nuestros sueños. Todo depende de cómo lo veamos. Porque aunque no podamos prever el futuro ni predecir los obstáculos a los que vamos a enfrentar o las personas que nos vamos a encontrar, sí podemos decidir sobre la actitud que queremos adoptar frente a lo que venga.
Conocernos, saber cómo somos ahora y elegir cómo queremos enfocar nuestra vida para enfocar nuestro camino es posible e importante. De lo contrario, tan solo seremos una marioneta de las circunstancias. La cuestión está en abrazar nuestro carácter, aceptar nuestros defectos, admitir nuestras limitaciones y creer que podemos continuar. De este modo, haremos un hueco al crecimiento personal y nos libraremos de esa sensación de estancamiento que muchas veces nos abruma.
Una limitación no define lo que eres ni lo que puedes llegar a ser
Somos mucho más que nuestros defectos, limitaciones y errores. No obstante, ellos no son los que nos impiden que podamos hacer algo y tampoco nos definen. Más bien son un punto de partida, desde el que dar ese giro inesperado, para replantearnos cómo superar la situación o crecer gracias al reto que nos plantea.
No son nuestros errores y limitaciones los que definen nuestra potencialidad, sino nuestra capacidad de adaptación ante las diferentes circunstancias elegidas e impuestas. Al fin y al cabo no necesitamos dirigir nuestras vidas sino a nosotros mismos. Así, por mucho que la vida haga de las suyas, siempre controlaremos y nos responsabilizaremos de lo más importante: nuestras decisiones.
De este modo, lo que podemos llegar a ser depende del compromiso que adquiramos con nosotros mismos y de la valentía para desafiar a nuestro presente y a lo que se “supone” que deberíamos ser. Nuestro lugar en el mundo no está definido porque tenemos la potestad para elegir dónde queremos estar. La pregunta es ¿queremos participar y ser los protagonistas o preferimos ver la vida pasar? ¿Preferimos la situación cómoda de víctimas o la incómoda de actores, queremos ser de los que miran o de los que hacen?
Dejar ir es importante para avanzar
Ahora bien, para avanzar es clave aprender a dejar ir todo aquello que nos hace esclavos, ya sean personas, sentimientos, objetos o actos… Superar nuestros vínculos de apegos tóxicos para liberarnos.
Muchas veces nos quedamos estancados en ese “Haber sido y que no fue“, lamentándonos por nuestras faltas y carencias, tanto materiales como personales, atrapados por nuestras expectativas sin ser capaces de buscar remedio. ¡Cuántas veces nos quedamos atrapados intentando controlar lo incontrolable!
Por eso necesitamos aprender a dejar ir todo lo que nos impide avanzar; sobre todo, nuestras ganas de controlar todo.
A pesar de que el futuro sea impredecible y esté cargado de esa incertidumbre que atemorice a unos y apasione a otros, también tiene cierto poder para influenciarnos y hacernos cambiar. Aunque no más que nuestros actos y decisiones. La cuestión es abrirse a esa posibilidad.
Por eso necesitamos aprender a dejar ir. Necesitamos aprender a actuar aunque no seamos lo único que determine el resultado final. Necesitamos perdonar, dejar ir el rencor y la ira. Aprendamos a aceptar quiénes somos, porque de otra manera el crecimiento y la evolución, por iniciativa propia, será imposible. Este, y no otro, es el primer paso para hacernos con el timón.