Somos los únicos responsables de nuestra vida, quienes construimos nuestra suerte, porque la suerte no es otra cosa que estar preparados para las ocasiones que se presenten y generar nuestras propias oportunidades.
Para triunfar en la vida lo importante no es llegar el primero, simplemente hay que llegar, levantándote cada vez que te caes en el camino.
Como escribió William Ernest Henley en su poema Invictus:
No importa cuán estrecho sea el camino,
ni cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
A todos nos encanta escuchar historias de éxito, esas personas que parecieran tenerlo todo y cuyos orígenes fueron los más trágicos. Solemos pensar que sí ellos pudieron, nosotros también somos capaces. Soñamos con llegar a tener los mismos frutos y poder obtener los mismos logros. A veces ni conocemos a esas personas, pero en cada platica entre amigos donde se habla del futuro, nunca falta aquel compañero que dice: “Yo sé de alguien que tenía todo en su contra pero que logró llegar muy alto.” Y por mucho que también yo sea de esos individuos que adora una buena anécdota de superación, no dejo de notar que algo siempre falta en el relato. ¿Qué sería esto? ¡EL TRABAJO DURO QUE ESA PERSONA PUSO! Y esa porción de la historia que se extravió, suele causar a lo largo, más problemas que soluciones. Por una parte las personas se ven motivadas porque solo se les enseña a ver lo positivo en todo esto. Pero por otro lado, estamos creando una generación que cree en los cuentos de hadas, donde todo cae del cielo o por arte de magia.
¿Ustedes creen que alguien que logró prosperar y surgir a pesar de sus circunstancias es alguien que no luchó por ello? Si alcanzar los sueños fuese tan fácil a como nos queremos hacer creer, ¿entonces por qué no todos a nuestro alrededor lo están haciendo? O mejor preguntémonos ¿Por qué nosotros mismos no lo hemos hecho? La respuesta es que siempre nos quedamos solo con la idea, con las ganas, con el deseo, con el sueño y nunca empezamos el trabajo que se requiere para materializarlo.
Aparte que a los seres humanos nos encanta crear excusas o jugar el juego de la culpa. Es culpa del país, de mi falta de educación, de mi estatus económico, de mis padres o del vecino que era tío de mi bisabuela que nunca conocí. El punto es que queremos señalar a todos y nunca poner el dedo donde verdaderamente corresponde y es sobre nosotros mismos. Cuando el tiempo pasa y ya no sabemos a quién más culpar, nos volvemos maestros de las excusas. Nos convencemos de que algo es muy difícil o que no tenemos el tiempo para hacerlo. Pero, esas mismas personas que dicen esas mentiras (porque esa es la definición de una excusa), son las mismas que gastan todo su dinero en ropa, salidas y celulares de ultima gama, en lugar de ahorrar para acercarse a su meta. También esos que dicen no poseer tiempo, son esas personas quienes se creen periodistas y publican todo acontecimiento en sus redes o son fotógrafos profesionales, o al menos eso creen al pasar publicando fotografías. O están postulándose para la presidencia, ya que pasan hablando con puros desconocidos todo el día. Nunca caen al entendimiento que esto no les produce ni un centavo.
Y respecto a esas personas que has escuchado que subieron como la espuma, sin esfuerzo. Recuerda lo que sucede cuando viertes una gaseosa en un vaso, ¿qué tanto dilata esa efervescencia? Casi nada. Lo mismo pasa en la vida, lo único que dura es lo que más nos cuesta, ya que es lo que más cuidamos.
Así que, ¿Seguirás esperando por un acto de magia o te desprenderás de los miedos, costumbres, excusas y lo intentarás?